Ayer visité a mis antiguas compañeras de trabajo. Casi
todos lo sabéis, pero para los que no, yo trabajaba en una consulta
ginecológica. Y qué recuerdos... Era un trabajo a tiempo parcial mientras me sacaba la carrera,
como podía haber sido camarera vaya. Pero no, trabajé en la consulta del
ginecólogo.
He de reconocer que al principio era “raro”. Pero luego
te acostumbras a todo. Bueno, a casi todo…
De todas las pacientes que pasaron por la consulta
mientras yo trabajaba allí, aprendí que había dos tipos principales de mujeres:
las que van tranquilas y las que van histéricas. El segundo grupo es el más gracioso.
Vienen tan nerviosas que no entienden nada de lo que las dices, como si las
hablaras en chino, y mientras te miran sonríen, pero tú sabes que no se están
enterando. Hasta el punto de creer que están sufriendo un infarto cerebral o un
colapso mental. Se paralizan, su cuerpo no les responde,…
Siempre me acordaré del caso más… espectacular que he
vivido allí.
Mujer joven, unos 35-40 años. Nerviosa no, muy nerviosa.
No era su primera vez, así que ya sabía a lo que venía. Se tumba en la camilla.
Todo iba bien, pero en un determinado momento, como estaba con el culo muy al
borde de la camilla, el médico le dice… súbase un poquito más hacia la pared…
Y entonces ocurrió.
No sé qué pasó por su cabeza, qué extraño contacto
hicieron sus neuronas (seguramente el problema fue que no llegaron a hacer
ningún tipo de contacto), que la mujer en vez de empujarse hacia arriba un
poquito, balanceó las piernas, cogió impulso, las subió para arriba iniciando
una maniobra mortal de voltereta hacia atrás sobre la camilla y en pelota
picada que terminó cuando, en pleno apogeo y creyéndose (seguro) Nadia
Comaneci, se estampó contra la pared de detrás de la camilla, con el resultado
de una caída al suelo despatarrada. Sa matao Paco.
Y no te puedes reir… Pones tu mejor cara de póker, fingiendo
que no has visto nada (imposible) y la ayudas a levantarse y que despierte de
su sueño de gimnasta olímpica. Yo no sabía si aplaudirla y decirla que su
técnica para hacer la voltereta hacia atrás era magistral y que la culpa era
del doctor, por poner la camilla tan pegada a la pared, o callarme. Opté por lo
segundo. Nadie hizo ningún comentario. Ella volvió a sentarse lo más dignamente
posible en la camilla y el doctor solo comentó… ¿pero, a dónde iba?
Jajajajaaaaaaa... os veo la cara a los dos, al "doctor" y a tí¡¡¡ por favor, pobre mujer¡¡.
ResponderEliminarDeberían tomarse un valium algunas...
Besos, qué risa, prima¡¡